domingo, 30 de mayo de 2010

PA MILILLA (Las Historias del Tío Bastidas)

PARTE PRIME

1
Un

De acómo el tío Bastidas salió de su puebro pa dirse a Cáis como soldao y de sus poblemas pa cargal er burro en er barco

PA MILILLA
(Viaje arcidentao)

De lo que más i más mejor m`arrecuerdo es der día en que me tení que dil a la mili..., u eso me creía yo en un prencipio, manque alluego no era la mili en de veras, sino una guerra qu`estábamos haciendo con los moros der Manruecos dell África, allá por ande los disiertos pelaos como er culo d`un recién nacío. ¡Qué lastima que me dio mi máere cuandi vio que m`iba!...; se queó con un dijusto i un regomello que no veas, i la probetica se pegó una panzá llorar que pa paecía qu`iba a dar ell último suspiro. Con la carta d`aviso de leva en la mano, yo me jui pal yuntamiento pa-nterarme d`ánde tenía qu`ir, y m`icen ca Cáis; pos güeno, p`allá mesmico que m`iba yo, anque no supiá ni acómo s`allegaba ni ánd-estaba ese sitio de marras. Ansí que le pidí all encargao e los mozos qu`entran en quintas que me dijiera como favor toa la repalandoria de lo c`había c`hacer pa llegar ar Manruecos ese dell África, y me dijo no sé qué cosas der tren i dell artobús, u sea, er coche de línea, y no sé qué más zarandajas sin pies ni caeza..., i me jui pa mi casa bien empapao de l`único que m`hacía farta saber de verdá: que tenía que presentarm-en la comandancia der puerto Cáis pa embarcarme, pa por er mar allegar, a los disiertos mondos i lirondos, que, asegún dicían angunos, aquello estaba más pelao que los forsillos d`un pobre, i jue verdá verdá por demás, que paecía lo der refrán: “Ar campo vas, de lo que lleves comerás”. Mi máer-estaba mu precupá poique m`ib-hacel la guerra jodía, i no había jorma por denguna e las maneras de dalle ánimo i tranquilizalla, con un ése que tenía que pa qué queríamos más. Par caminico m`echó un piazo jamón qu`era too magra pura, unas morcillas de cebolla de las cebollas de la güerta de mi páere -qu`en pas escanse-, unos chorizos coloraos i una miaja chuchaina, una tripa relleno blanco, unos tacos de tocinico vetoso i dos panes de carrasca, amén d`otras munchas cosas que ya no arrecuerdo; ya se sabe que los duelos, con pan, son más menos. I en cuandi que m`hube espedío de tuiquios los parientes c`habían venío a dicirme adiós, de mis amigos dell alma de toa la vía, dende mengajos, de mis vecinos i de mis novias, que tenía una puñalá, le puse er cabecerón a mi burrica mulera i la emparejé pal viaje tan lejotes -que Cáis está en la punta bajo d`España, ande Cristo perdió la gayá-. I una mañanica de trempanera, tiramos pa bajo poquico a poco la burra i yo, la burrica delante pa que no s`escape, sin darnos ni un resuello pa descansar, preguntando a las gentes con las que nus topábamos, c`asín se allega hista Roma, y no es broma; dasta que ar fin, una escurecía en que yo m`había quedao endormiscao com`un pajariquio amontao en lo alto la burra, me dispierto de güenas a primeras sintiéndome una medá mu jrande que m`allegaba hista más arribotas de las corvas; cuandi jui a tocarme pa ver lo c`aquello era... i me toqué los pantalones calaícos d`agua, pensé que m`había miao por la pata bajo, pero en cuanti caté ell agua, vi qu`estaba salá i qu`era agua der mar. U sea, que como juera, estábamos cuanti menos en la mitá der medio dell ocëano i yo que no me había enterao de naica. Como naide l`habïa dicho a la probe bestia que se parara, sajatrás, pos ell alimalico -qué lastima- s`habïa zampao all agua en cuanti que vido que se l`acababa la tierra, p`alante p`alante, y s`habïa puesto a nadal a cuatro patas como Dios l`había amparao, que no debía de ser muncho, poique yo no la tenía entrená en esos mesteres. ¡Sajatrás, so, quieta pará...! A saber tú cuántas leguas habría nadao er burro, más que burro, hista que yo me disperté. Menudo panorama se me presentaba. I p`acabar d`echalle leña ar fuego, por denguna parte p`ande echara ell ojo se vían ni luces ni sombras de tierra, i ni muncho menos angún barco que anduviá de pesquera. I amás, pa colmo males, la burrica... que ya no podïa más con su alma dempués dell azagón que s`había arreao conmigo a coscoletas. ¡Máere nostrum, vaya faena!... Aquello era er mar, no un río jrande u un pantano, i era la noche cerrá, más escura que la boca un lobo, i ni se vïa la orilla ni ná de ná. Era la mar salá. Pero ara, acuála era, eso vaya usté a saber, que como toas las mares están lleneticas d`agua..., cualsiquiera podía ser, pos a simple vista es mu defícil distinguillas. Podía sel er Mar Menditerráneo, era lo más seguro, el Oncëano Arlántico, qu`es más jrande, u hista er Mar Menor de Murcia, qu`es er más chico de toos los mares der mundo. I sabello ¿pa qué yo lo quiero?, si no vié ar caso la cosa. Asín, que me bajo e la burra pa no cansalla más de lo que ya-staba de por sí, i comencipiamos a nadar uno al lao dell otro, cóo con cóo parejos, p`ande me dicía a mí mi ese que s`encontraba la orilla la playa. Paecía qu`estábamos nadando en tinta china, de negra qu`estaba ell agua i er cielo. I ar ratico, er caballo principió a queárseme atrás, i alluego, ar rato, s`hundió pal fondo com`una piedra molaera, i tuve que bajar buceändo pa bajotes pa sacallo a la juerza, tirándole der rabo. Me lo tuve que cargar a las espaldas, a coscaletas, i seguí nadando a tóo meter sin parar p`ande yo me pensaba qu`estaba la orilla de la playa..., cargao com`un burro... con un burro a cuestas. I cuandi ya allevábamos nadás por lo menos “chochomil” leguas... jue cuandi jipé unas lucecicas por allí alantotes. Menos mal que Dios aprieta pero no ahoga, poique yo ya-staba completamente arranao, sin nengún resuello en er cuerpo. Con las últimas juerzas que me queaban, y`echándole lo c`había qu`echalle, atraqué -qu`es asín como lo icen los marineros, i no es dengún atraco- en una playa al lico mesmo der puerto Cáis -anque eso entavía no lo sabía de momento-. A luego dimpués le pregunté a un campusino andalús qu`iba en una yegüa cuasi tan güena como la mía, que ya-staba enrecuperá de tanta tragantá d`abua como s`había dao (anque a dicir verdá la tenía una miajica de mejol aviá que la mía, cosa de rial más u menos arriba u abajo), que p`ande se tiraba pa dil ar puerto Cáis, y me dijo, ice: “Tir-er zeñorito poresta verea, qu`en doz zhoras ná más habrá llegao.” Menos mal que yo bien qu`entendía su idioma, que si allega a sel otro... adiós mi máere. M`encaminó por una güena carruchera, no puo negallo, poiqu`en hora y media a too lo más, ya m`había embocao en la zudiá; no contaba él con la priesa que se daba mi jaca, que se zampaba las lleguas como si jueran yerba... Y pol las calles preguntando... a Roma jui allegando. “To tieso por esta caye”, m`iban endicando las güenas presonas de Cáis en un charreo cuasi entendeero. No hice namás que allegal ar cuartel, qu`estaba cuajaíco e soldaos de utiquias las partes d`España, gallegos y vascos, catalanes y valencianos, de las Baliares y canarios como pájaros, madrileños y d`Estremaúra, castellanos y`andaluces, asturianos y de La Rioja der vino, y de Cejín..., uno mesmo, ca uno charrando e la manera y jorma acomo l`habían enseñao sus páeres, que no había quién s`entendiera ar prencipio con ellos, y me mandan a que me presente ar mandamás der cuartel. Pos voy. Pa dicille quién soy yo, mi nombre y`apellíos y toa mi ralea de la que vengo; si quié conocel a los Bastidas... es cosa suya. Manque bien me suponía yo que la cosa era pa darme la ropa soldao, que tavía no tenía, y`er billete der barco p`allegal al Manruecos del África. Pero ¡ca!, no era páeso. Namás que m`echó la vista encima, me ice, ijo: “¿Cómo esque ha venío usté solo?, ¿no sabía que tenía que presentarse aquí mañana, viajando en el tren con el resto del remplazo?...” Ya m`estaban echando la bronca, y`eso por haber allegao antes de la cuenta, que si allego a llegar tarde, no veas tú. Yo traté d`esplicalle c`había vinío por mi cuenta y riesgo, pero él no me dejaba meter baza y quería tenel la razón quitándome la palabra, asín que yo tampoco le dejé hablar a él, ¡por malenducao! Al final de tóo, el tío, más cabrëao qu`er copón, mandó llamal a un sargento primera pa que me diera cama y`er traje soldao. A luego, me allevaron a cortarme er pelo, y me lo cortaron tan ar rape que me paecía que se me veía la sesera y`hasta las ideas. Me dieron de cenar a mí solico, pos no había naide más en un comeor mu jrande lleno de mesas de máera mu largas; la sopa tenía un gustico mu rarico que no me dio güena espina, pero me la zampé poique había gazuza, y dimpués me fi a la puerta a ver qué pasaba con mi caballo, que los soldaos der portal no m`habían dejao pasar con él, y tuve qu`ejárselo en prencipio a ellos ar cargo hista ver qué pasaba conmigo primero. Y nones, siguen sin dejal a la burra qu`entre en er cuartel, manque yo ya juera un soldao como ellos mesmos. ¡Malos compañeros iba a tenel ar paecer!... Ansí que me jui a dal una güelta por ai a ver si veía a alguien conocío, a ver si m`echaba una mano pa que m`ejaran dentral a mi yegua, que la probe tenía qu`estar muertecica d`hambre. Pero por más que miraba y requetemiraba, no encontraba a naide que conociera, ni der puebro ni d`otros sitios de los que yo había estao. Y de repente m`echo a la vista a un capetán que me dice, ijo: “¡Bastidas!, pues ¿qué haces tú aquí?... Cuánto bueno.” Era un tal Cenón de Calasparra que mi páere le mercaba las ceboyas a su páere. Como me conocía, y mu bien, y s`acordaba de mí m`echó un cable endeseguía pa que m`ejaran dentral a la burrica pa drento d`una ves por toas, y pudïa dalle ar fin de comer paja y`alfalfa. Y alluego, él, que me tenía güena lay, me dijo que no me precupara, qu`ib-a charrar con er comandante pa meterm-en su regimiento. Y me preguntó que qué sabía yo hacer. ¿Yo...? Pos de tóo, ¡habráse visto!... Le dije, digo, que cocinar como los ángeles... “Soy cocinero de los güenos”. Poique mi páere, qu`en gloria esté, me tenía dicho que metiéndome a cocinero era la unica manera de no pasar chispa d`hambre en la guerra. Me lo había hecho prometer... que diría que yo era tan güen cocinero como er que más. Asín, que m`apunté con er capetán Cenón y, nada, asperal a que nus dijieran de amontal en er barco pa dil al Manruecos a la postre y la prepartía, pa lo que nus tiramos un par de días asperando a que saliera er barco pa il a los disiertos, ya con tóos los reclutas que fartaban, que allegaron ar día seguiente mío, en un tren que vinía dende Madril, qu`era en er que yo tamién tenía c`haber venío, asegún el jefe-r cuartel, y que vinía con él no sé qué batallón de cazaores, cargao hista los trenques. Pos con aquellos cazaores íbamos a cazal a los moros como a conejos. Y yo, a`celles arrós con conejo.
Y cuandi allegó er momento de subil ar barco es cuando me se pusieron jodías las cosas de veras... Y es que no les zaba la rial gana d`endejarme que amontara mi yegüa en er barco de marras. Dicían que no s`estaba premitío embarcar más alimales que los cel ejército, los ze los oficiales, y c`allí no subían otros bichos: u con papeles u ná. Y que si quieres arrós, Catalina. Yo ije que si no se venía conmigo er cabayo, pos que tampoco yo m`iba estonces, que me quedaba en tierra tamién. Y`entoces se pusieron con güenas palabricas a charrarme, que si patatín, que si patatán, pa ver si me convencían de que ejara la burra allí, qu`ellos me la cudiaban hista que golviera, si golvía, que l`iban a dar bien de comer. Y yo, que coles. Cudiármela, sí, sí...; de seguro qu`en cuanti bieran visto ar barco tresponer se l`habían zampao hista con los arreos aquellos muertos d`hambre, u se la bían vendío a los gitanos. Y como cudiaos ajenos matan al asno, yo siguí en mis trece sin bajarme der burro. Y ellos, en viendo en viendo que vieron que por ese lao no había ná que rascar, se pusieron ara a menazarme con que m`iban a cer un consejo guerra como no hiciera caso, y c`a tóos los que se lo habían hecho no habían salío d`allí ná más que pa dil ar pareón -una paré mu jrande ar paecer-, pa afusilallos por descrëidos. Y yo, que hista er morir tuisco es vida, y que vamos p`alante como los d`Alicante. Y mentres, que se jueron p`hablar con angún encargao pa dicille lo que pasaba, en un descudio de los que quedaban ar cargo, yo metí a la burra en el sótano der barco; lo que pasó es que lluego me pillaron y me la sacaron pa juera otra ves. Con tóo y con esto, yo continé encerrimao en que la mula iba ande yo iba, y yo igual, que er que solo come su gallo solo ensiya su cabayo. Y ya m`estaba viendo la cosa negra pa celles dentral en verea a quellos insurrertos, y pacía que s`iban a salir con la suya a remate de tóo, por las juerzas, cuandi vino er capetán Cenón de Calasparra, que su páere le compraba las cebollas a mi páere, y dijo que qué pas-aquí, y tóos los aviluchos aquellos se cuadraron firmes sin dicir ni media. Yo le dí toa la repalandoria dell asunto, y él dijo que era igual por una bestia de más u de menos, que anque no juera caballo d`oficiales güena farta que nus haría and`íbamos, qu`estábamos en guerra y no era er momento pa ponerse a descutir por tonterías, y que... ¡pa entro con la burra!..., c`allí er que mandaba era él. Naide le rechistó siquiá, y metieron ellos mesmicos a mi alazán con los emás cabayos, en er mejor sitio que había en la cuadra.
Y sin que pasara anguna cosa más que juera dirna de contarse, esa mesma mañá, con las primes arrebolás der cielo nus hacimos all agua patos. Pa bajo, pal África.

* * *

Nota: Primer episodio de “Las Historias del Tío Bastidas”, obra novelesca de José Ruiz DelAmor, escrita en principio en murciano y español. Esta es una versión traducida al panocho.