jueves, 22 de mayo de 2014

MALA ESPINA (puesía)

MALA ESPINA



Tú a naide hicistes caso

i ya tóos te lo dicían:

“No sé qué tenga el muchacho,

que no me da güena espina”.



Tu mesma máere te lo icía,

tu propio páere lo recalcaba,

los vecinos igual se oponían...

¡Ná más que tié razón la zagala!



Que ése es un zascandiles,

un chupacharcos, un buscaníos...

¡Ni una arvertencia ni miles!,

sempre de los talles cogíos.



¡Que no habïa naisca que`acer!,

denguno los consejos servían...

¡I nus daba una pena de ver

cómo estropiaba su vía!


I tenïa que suiceder, calla...,

que la que muncho va ar río

ar fin se cahe en ell agua

ar trompezar con un risco.



I jue de ver qué ainas se jue,

cómo ese malabestia voló

ya lograo lo que se buscaba éll;

mentres la zagala sola, lloró.



Ya se queó la niña compuesta,

perdío toico su porvenir:

sin novio... perdía l`apuesta...

¡con lo que haberá de venir!



Manque tóos te repitían:

“No sé qué tenga er muchacho

que me da mal espinazo”,

a naide tú le atendías.



En las cosas der querer

pierde sempre más la mujer.




*

Puema premiao con una riconocencia (accésit) en el Vainte Certamen Lliterario Murciano (2013)

JUBO


JUBO



Soy un niño y soy un viejo,
Entretengo y empobrezco;
Cábalas tendrás que hacer
Para saber quién puedo ser.

El juego.



Aboca a la replaceta desde su casa atraído por los gritos y las risas de la mañaquería; contempla, silente, las evoluciones de los demás infantes en sus juegos…, y en sus marrones pupilas implora un hueco a ocupar. Quiere jugar. No le importa, si se juega a la pídola, ser siempre quien “amogue”, doblado su joven espaldar y amasados sus lomos por las manos y los nudillos del resto de la chiquillería; si a la correa por detrás, quien la vaya siempre a buscar, recibiendo en la búsqueda duros zurriagazos traicioneros y algún que otro hebillazo involuntario a causa de las prisas; si al levanto la maya, quien se quedará siempre. Él… No le importa que se burlen, amparados en su corto tamaño y escasa habilidad. Pero ¡quiere jugar!

    Y así lo expone:

    -¿Jubo?

    -¡No! –La ya habitual respuesta viene a menudo acompañada de varios gestos despectivos.

    -¿Jubo yo? –vuelva a intentar a las primeras de cambio.

    Se “quedará” todo el tiempo que haga falta al juego que sea, aguantará golpes y patadas, insultos y vejaciones, tropezones y caídas… Se “quedará”… Y se queda, pero sin jugar.

    -Tú no, qu'eres mu chiquitajo.

    Amilanado, amaga la testa y se dirige a sentarse sobre el largo poyo granítico de la placeta, donde absorben las viejas y viejos del barrio los rayos del sol mediterráneo para caldear sus reumáticos huesos, y donde también las niñas juegan, hablando fingidamente a sus muñecas. Desde allí, con los hombros caídos y las menudas manitas entrelazadas, como en oración, acecha el desarrollo del juego a la espera improbable de que sea preciso el concurso de uno más, él, para completar el cuadro del juego. Si algún niño se marcha, habitualmente requerido por los fieros gritos de su progenitora –sorprendente sería por otro motivo-, rápido se alza y ofrece con tímida vocecita envalentonada:

    -¿Jubo?

    -¡Que no, mengajo!

    Y cambian de juego para no verse obligados a aceptar el ofrecimiento del chiquillo.

    Y él, de nuevo a sentarse en el poyo que brilla de resobado por los traseros que han hecho de él su asiento durante cientos de años; por lo menos milenta.

    -Si quieres jubar conmigo a las casicas, tú serás el padre.

    -No –rechaza rotundo la generosa propuesta de una niña aún menor que él, sintiendo cómo algo duro y pastoso al tiempo le asciende desde el pecho hasta la garganta, y una fina película acuosa empaña sus ojos grises; contenidos los sollozos con penuria.

    “¡Que tavía soy pequeño…, que tavía soy pequeño!... Pero ya creceré… y entonces ¡veremos!..., ya veremos si me van a dejar jubar o no…”

    Y continúa mirándoles... a los demás chiquillos, embutido en inmensos deseos de crecimiento, aguardando su momento.

    Y aquella niña, con un lacito azul que recoge su cabello azabache en una graciosa cola de caballo, se aparta de él con un mohín de desdén de su respingona naricita, mientras acuna a su muñeca entre los brazos. Buscará otro padre.

    Él sigue esperando, gozando entre tristeza anticipadamente del juego por la vista, y de vez en cuando, sólo de vez en cuando, deja sentir su vocecita como un añejo recordatorio:

    -¿Jubo yo?

    El sol inunda la replaceta toda mientras la respuesta a la pregunta del niño viene forjándose en el tiempo.


*
   
“Rilato premiao con una riconocencia en el XX Certamen Lliterario en Murciano (2012)”

    

jueves, 15 de marzo de 2012

COPLAS D`AMORÍOS GÜERTANOS

COPLAS D`AMORÍOS GÜERTANOS
*
Eres bella tal cual flor,
como la flor der baladre,
mil corderos alreor
i denguno que te bale;
manque sias igual quer sol
a ti no te quie ni el lladre.
*
Ejé un cigarro anoche
puesto cabe tu ventana,
gorví alluego trempano
y`este ya no estaba;
y`eso quie dicir que
con otro pelaste la pava.
*
Son como primas ermanas
la ensalá i la mujer,
si no-stán bien aderezás
no son dirnas de güen ver.
*
Ejé un cigarro anoche
sobre tu balcón,
i cuandi fi a recogello
sólido habïa una pava
cuandi amaneció.
*
Iciéndote está tu máere,
iciendo que no me chieras,
acaso se piensa ella
c`alguien la chiere por suegra.
*
Tu máere v`a consiguir
que contigo no me case
pos por ella pudiá verme
dentre la Guardia Cevil.
*
Ejé un cigarro anoche
sobre tu ventana,
i golví bien trempanico
de güena mañana,
ya no asperes que güelva
a pelar la pava.
*
Una moza yo rondaba,
una moza yo rondé,
pero alluego me dijieron
qu`esa moza era pa osté.
*

domingo, 17 de julio de 2011

EL TÍO FRASQUITO Y BIN LADEN

EL TÍO FRASQUITO Y BIN LADEN

(entrevista informal)

Desde mi llegada a Murcia, mi regreso, apenas si he hecho amistad con tres o cuatro personas, amistad hecha por pura casualidad. Y casualmente, todos son varones y muy entrados en años.

Casi a diario salgo a pasear por el paseo del Malecón, ya que lo tengo muy cerca de casa. Recuerdo que hace unos treintitantos años me pasaba las horas muertas leyendo a la sombra de sus árboles venidos de todos los puntos del globo o corriendo para entrenarme. Éramos cuatro gatos quienes practicábamos deportes en este jardín botánico; ahora me sorprendo a ver el enorme gentío que pulula a todas horas arriba y abajo por todo El Malecón paseando o corriendo. Impresiona ver cómo cambian las costumbres de la gente con el transcurso del tiempo.

-¡Eh, muchacho!... ¿Ánde vah?

-Hola, tío Frasquito; no le había visto. Pues dando una vuelta, como todos los días.

-Pos asiéntate un poco a mi vera y charremos una miajiquica.

El tío Frasquito es uno de los varones mencionados que conozco, creo que vivió la Guerra Civil Española en el mismo campo de batalla. Me siento junto a él en el largo poyo que bordea el paseo del Malecón; se ha buscado un lugar a resguardo del sol de justicia con que siempre bendice Dios a esta tierra, o... la condena.

-Cuéntame de qué se dice por er mundo.

-¡Uf!, me temo que yo no-stoy mu puesto en las noticias..., no leo ni los perióldicos. -Posiblemente exagero demasiado mi deje.

-Güeno, pero anque no lëas lop perióldicos, si que verás er parte la televisión.

-Güeno sí, ara que lo dice, anguna cosica sí qu`escuchao en los noticieros de almediodía -si se hace preciso también me lanzo en la conversación con mi conocimiento del murciano.

-¿I acuálas cosas has üido? -No sé si el tío Frasquito exagera a propósito su léxico murciano cuando habla conmigo o es así siempre.

-Poquicas cosas, i de seguro qu`esas tamién las habrá-escuchao osté. Como que han matao ar Bin Laden, ar terrorirta ese que icen que jue er lo las torres gemelas.

-Ah, pos no sabía. ¿Y`eso cómo ha sío?

-Pos y`hace más d`un mes que pasó. Lo han acribillao a tiros com`un colaor de café.

-¿Pos no habían dicho que ya lo habían matao en unas cuevas ande s`escondía echándole gases apestosos con veneno?

-Pues sí, creo eso se dijo, pero páece que s`enquivocaron de toas toas. -No sé si se me nota que exagero mucho mi escaso vocabulario murciano.

-¿A qu`en er sitio and`estaba ascondío había muncha más gente con él?...

-Sí, había otras...

-¿A qué han muerto tuiscos a tiros i no sa salvao naide?

-Sí, creo c`han matao a too quisque.

-¿A que t`apuestas qu`enjamás estuvo escondío, ni siquiá en er sitio ande l`han cogío?

-No comprendo lo qu`ice, tío Frasquito. ¿Ánde quié oste il a parar?

-Pos ánde v`a ser, a qu`er probetico ha muerto cuando han querío los que lo tenían dende sempre. A que le han dao matarile cuandi les ha convenío.

-Pos yo no l`entiendo bien lo que quié dicir...

-Miá lo que te digo, yo no me creo qu`er Bin Laden ese estuviera nunca de parte los moros, sempre he creío qu`estaba trebajando pa los del jobierno mericano, que too lo der asunto der ataque terrorirta era un montaje pa podel atacar ar país ese que tié muncho petróleo, al Iraq, i qu`er Bin Landen de los demonios estaba haciéndo la rula pa dar er pego. I endispués, en cuanti que ya no les servía ni pa limpiarse-l culo con él, l`han dao matarile rilerón.

-¿Entoces osté crëe que too ell asunto no es más c`una gran mentira?

-A ver, una gran mierda empapelá. De seguro c`anque se supone qu`en la casa and-estaba ascondío er Bin Laden to quisque estaba armao hista los dientes, ni a un soldao de los americanos l`han pegao ni un tiro de refilón siquiá...

-Güeno, yo no se lo puedo asegurar, pero creo que asín ha sío, que no l`han dao los árabes c`había con él a nengún soldao de los c`hacían ell asalto a la casa and`estaba, i que sin embargo allí entro no ha quedao títere con cabeza de la ensalá tiros que l`han metío a tol mundo.

-¿Lo ves, lo ves?... Como que cuando l`han matao ni siquiá estaba viviendo allí dentro, qué va: dempués de cargárselo lo han colocao como han querío. Ya lo tenían de siempre en otra parte, cuidándole a cuerpo de rey.

-Pos es fuerte eso que dice, tío Frasquito, y no digo yo que no pudiá ser, no, que a la mejor tié usté toa la razón que le sobra. Pero ¿por qué se l`ocurre a usté pensar d`esa manera tan mala de los americanos?

-Pos porque los americanos hacen sempre lo mismo, un montaje tan falso como las escenas de las películas asegún su comenencia; bueno, los americanos, y toos. Yo no, pero mi páere, que estuvo en la guerra Cuba me contó qu`er barco que dicen que nusotros, los españoles, les hundimos, se lo habían cargao ellos mesmos pa echarnos la curpa i declararnos la guerra.

-Y así jue de veras. Hace muncho tiempo que er gobierno americano reconoció qu`ellos jueron los culpables d`ese asunto. Claro, que l`echaron la culpa a unos cuantos de la Cía, que -vaya casual casualidá- ya estaban utiquios criando malvas hacía muncho tiempo.

-¡Ah sí!, ¡encima!... No sabía. ¡Vaya jetas!... Pos ai lo tiés.

-Pos yo no sé que dicille, a la mejor tié osté razón, pos la verdá cuasi nunca cuadra con la rialidá, que se sepa.

-Si no es como yo digo, de seguro qu`es paecío. Quien manda maneja too a su antojo, i hara mesmo mandan los americanos, i pa muncho tiempo.

-¿Y por qué cree usté que tol mundo se lo traga sin rechistar?

-Pos poique asín semos las presonas, unos pa que no les tengan por tontos, otro porque creyéndoselo hacen como que no les han engañao, otros porque no les importe cuál sea o no la verdá... Lo importante no es cuál es la verdá, sino que se da por cierto.

El tío Frasquito se levanta y yo hago lo propio.

-¿Se va pa casa?

-Como los americanos... Go home, go home, que s`está-ciendo tarde i hay que dirse tempranico a la cama, qu`er cuerpo ya no tié muncho aguante.

-Le acompaño un ratico.

Nos introducimos a paso lento entre la circulación peatonal del paseo y continuamos hablando de otros temas que no hacen al caso presente.

Creo que he transcrito fielmente la conversación sostenida con el tío Frasquito, Paco, Francisco en realidad, quien dice que su nombre le viene por tergiversación de “Francisquito”. Francisquito..., Frasquito.

*

sábado, 21 de mayo de 2011

ER RICACHO QUE SE ZAMPÓ EN LOS CIELOS

ER RICACHO QUE SE ZAMPÓ EN LOS CIELOS

Se ice i pué que sea verdá, qu`en cierta ves un rico podrío allegó a las puertas der Cielo i San Perico no tuvo más tutía c`abrille, pos s`había ganao er Cielo vaya osté a saber acómo, ya que trayía toa la decumentación en regla. Pos jue tal er contento i l`alegría der sucedío -hay que tenel en cuenta qu`era la prímer ves c`un ricachón dentraba en los Cielos-, que s`hizo una fiesta mu jrande, con muncho jolgorio i cante flamenco, i muncha comía de toas las clases i bebercio a porrillo pa too quisque, que no fartaba de ná, que tiraron la casa por la ventana, vamos, i tóo er mundo estaba en una nube.
Entuiscovía se arrecuerdan las ánimas der Cielo d`aquella fiesta tan soná i más d`uno ha pecao con la sesera endeseando de que un angelico de los que s`hacen ar cargo de los papeles pa traspasal los cielos haga una pifia i s`enquivoque de nuevas.

Er dicío que d`esta hestoria se asaca
es que too Dios s`enquivoca i s`hace caca.

*
José Ruiz DelAmor
Murcia, 21 de mayo de 2011

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***
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jueves, 5 de mayo de 2011

SOFLAMA 2011

SOFLAMA 2011
*
Por orden der siñor Arcarde,
que tié la vara la zudiá,
s`hace sabel a toos los fecinos
i a toa la conmunidá
que las fiestas e primavera
mu pronto van a principiar.
Vénganse dende la güerta,
vénganse, ejen la siesta,
que a cuantos más seamos
más mejor será la fiesta.
*
***
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domingo, 30 de mayo de 2010

PA MILILLA (Las Historias del Tío Bastidas)

PARTE PRIME

1
Un

De acómo el tío Bastidas salió de su puebro pa dirse a Cáis como soldao y de sus poblemas pa cargal er burro en er barco

PA MILILLA
(Viaje arcidentao)

De lo que más i más mejor m`arrecuerdo es der día en que me tení que dil a la mili..., u eso me creía yo en un prencipio, manque alluego no era la mili en de veras, sino una guerra qu`estábamos haciendo con los moros der Manruecos dell África, allá por ande los disiertos pelaos como er culo d`un recién nacío. ¡Qué lastima que me dio mi máere cuandi vio que m`iba!...; se queó con un dijusto i un regomello que no veas, i la probetica se pegó una panzá llorar que pa paecía qu`iba a dar ell último suspiro. Con la carta d`aviso de leva en la mano, yo me jui pal yuntamiento pa-nterarme d`ánde tenía qu`ir, y m`icen ca Cáis; pos güeno, p`allá mesmico que m`iba yo, anque no supiá ni acómo s`allegaba ni ánd-estaba ese sitio de marras. Ansí que le pidí all encargao e los mozos qu`entran en quintas que me dijiera como favor toa la repalandoria de lo c`había c`hacer pa llegar ar Manruecos ese dell África, y me dijo no sé qué cosas der tren i dell artobús, u sea, er coche de línea, y no sé qué más zarandajas sin pies ni caeza..., i me jui pa mi casa bien empapao de l`único que m`hacía farta saber de verdá: que tenía que presentarm-en la comandancia der puerto Cáis pa embarcarme, pa por er mar allegar, a los disiertos mondos i lirondos, que, asegún dicían angunos, aquello estaba más pelao que los forsillos d`un pobre, i jue verdá verdá por demás, que paecía lo der refrán: “Ar campo vas, de lo que lleves comerás”. Mi máer-estaba mu precupá poique m`ib-hacel la guerra jodía, i no había jorma por denguna e las maneras de dalle ánimo i tranquilizalla, con un ése que tenía que pa qué queríamos más. Par caminico m`echó un piazo jamón qu`era too magra pura, unas morcillas de cebolla de las cebollas de la güerta de mi páere -qu`en pas escanse-, unos chorizos coloraos i una miaja chuchaina, una tripa relleno blanco, unos tacos de tocinico vetoso i dos panes de carrasca, amén d`otras munchas cosas que ya no arrecuerdo; ya se sabe que los duelos, con pan, son más menos. I en cuandi que m`hube espedío de tuiquios los parientes c`habían venío a dicirme adiós, de mis amigos dell alma de toa la vía, dende mengajos, de mis vecinos i de mis novias, que tenía una puñalá, le puse er cabecerón a mi burrica mulera i la emparejé pal viaje tan lejotes -que Cáis está en la punta bajo d`España, ande Cristo perdió la gayá-. I una mañanica de trempanera, tiramos pa bajo poquico a poco la burra i yo, la burrica delante pa que no s`escape, sin darnos ni un resuello pa descansar, preguntando a las gentes con las que nus topábamos, c`asín se allega hista Roma, y no es broma; dasta que ar fin, una escurecía en que yo m`había quedao endormiscao com`un pajariquio amontao en lo alto la burra, me dispierto de güenas a primeras sintiéndome una medá mu jrande que m`allegaba hista más arribotas de las corvas; cuandi jui a tocarme pa ver lo c`aquello era... i me toqué los pantalones calaícos d`agua, pensé que m`había miao por la pata bajo, pero en cuanti caté ell agua, vi qu`estaba salá i qu`era agua der mar. U sea, que como juera, estábamos cuanti menos en la mitá der medio dell ocëano i yo que no me había enterao de naica. Como naide l`habïa dicho a la probe bestia que se parara, sajatrás, pos ell alimalico -qué lastima- s`habïa zampao all agua en cuanti que vido que se l`acababa la tierra, p`alante p`alante, y s`habïa puesto a nadal a cuatro patas como Dios l`había amparao, que no debía de ser muncho, poique yo no la tenía entrená en esos mesteres. ¡Sajatrás, so, quieta pará...! A saber tú cuántas leguas habría nadao er burro, más que burro, hista que yo me disperté. Menudo panorama se me presentaba. I p`acabar d`echalle leña ar fuego, por denguna parte p`ande echara ell ojo se vían ni luces ni sombras de tierra, i ni muncho menos angún barco que anduviá de pesquera. I amás, pa colmo males, la burrica... que ya no podïa más con su alma dempués dell azagón que s`había arreao conmigo a coscoletas. ¡Máere nostrum, vaya faena!... Aquello era er mar, no un río jrande u un pantano, i era la noche cerrá, más escura que la boca un lobo, i ni se vïa la orilla ni ná de ná. Era la mar salá. Pero ara, acuála era, eso vaya usté a saber, que como toas las mares están lleneticas d`agua..., cualsiquiera podía ser, pos a simple vista es mu defícil distinguillas. Podía sel er Mar Menditerráneo, era lo más seguro, el Oncëano Arlántico, qu`es más jrande, u hista er Mar Menor de Murcia, qu`es er más chico de toos los mares der mundo. I sabello ¿pa qué yo lo quiero?, si no vié ar caso la cosa. Asín, que me bajo e la burra pa no cansalla más de lo que ya-staba de por sí, i comencipiamos a nadar uno al lao dell otro, cóo con cóo parejos, p`ande me dicía a mí mi ese que s`encontraba la orilla la playa. Paecía qu`estábamos nadando en tinta china, de negra qu`estaba ell agua i er cielo. I ar ratico, er caballo principió a queárseme atrás, i alluego, ar rato, s`hundió pal fondo com`una piedra molaera, i tuve que bajar buceändo pa bajotes pa sacallo a la juerza, tirándole der rabo. Me lo tuve que cargar a las espaldas, a coscaletas, i seguí nadando a tóo meter sin parar p`ande yo me pensaba qu`estaba la orilla de la playa..., cargao com`un burro... con un burro a cuestas. I cuandi ya allevábamos nadás por lo menos “chochomil” leguas... jue cuandi jipé unas lucecicas por allí alantotes. Menos mal que Dios aprieta pero no ahoga, poique yo ya-staba completamente arranao, sin nengún resuello en er cuerpo. Con las últimas juerzas que me queaban, y`echándole lo c`había qu`echalle, atraqué -qu`es asín como lo icen los marineros, i no es dengún atraco- en una playa al lico mesmo der puerto Cáis -anque eso entavía no lo sabía de momento-. A luego dimpués le pregunté a un campusino andalús qu`iba en una yegüa cuasi tan güena como la mía, que ya-staba enrecuperá de tanta tragantá d`abua como s`había dao (anque a dicir verdá la tenía una miajica de mejol aviá que la mía, cosa de rial más u menos arriba u abajo), que p`ande se tiraba pa dil ar puerto Cáis, y me dijo, ice: “Tir-er zeñorito poresta verea, qu`en doz zhoras ná más habrá llegao.” Menos mal que yo bien qu`entendía su idioma, que si allega a sel otro... adiós mi máere. M`encaminó por una güena carruchera, no puo negallo, poiqu`en hora y media a too lo más, ya m`había embocao en la zudiá; no contaba él con la priesa que se daba mi jaca, que se zampaba las lleguas como si jueran yerba... Y pol las calles preguntando... a Roma jui allegando. “To tieso por esta caye”, m`iban endicando las güenas presonas de Cáis en un charreo cuasi entendeero. No hice namás que allegal ar cuartel, qu`estaba cuajaíco e soldaos de utiquias las partes d`España, gallegos y vascos, catalanes y valencianos, de las Baliares y canarios como pájaros, madrileños y d`Estremaúra, castellanos y`andaluces, asturianos y de La Rioja der vino, y de Cejín..., uno mesmo, ca uno charrando e la manera y jorma acomo l`habían enseñao sus páeres, que no había quién s`entendiera ar prencipio con ellos, y me mandan a que me presente ar mandamás der cuartel. Pos voy. Pa dicille quién soy yo, mi nombre y`apellíos y toa mi ralea de la que vengo; si quié conocel a los Bastidas... es cosa suya. Manque bien me suponía yo que la cosa era pa darme la ropa soldao, que tavía no tenía, y`er billete der barco p`allegal al Manruecos del África. Pero ¡ca!, no era páeso. Namás que m`echó la vista encima, me ice, ijo: “¿Cómo esque ha venío usté solo?, ¿no sabía que tenía que presentarse aquí mañana, viajando en el tren con el resto del remplazo?...” Ya m`estaban echando la bronca, y`eso por haber allegao antes de la cuenta, que si allego a llegar tarde, no veas tú. Yo traté d`esplicalle c`había vinío por mi cuenta y riesgo, pero él no me dejaba meter baza y quería tenel la razón quitándome la palabra, asín que yo tampoco le dejé hablar a él, ¡por malenducao! Al final de tóo, el tío, más cabrëao qu`er copón, mandó llamal a un sargento primera pa que me diera cama y`er traje soldao. A luego, me allevaron a cortarme er pelo, y me lo cortaron tan ar rape que me paecía que se me veía la sesera y`hasta las ideas. Me dieron de cenar a mí solico, pos no había naide más en un comeor mu jrande lleno de mesas de máera mu largas; la sopa tenía un gustico mu rarico que no me dio güena espina, pero me la zampé poique había gazuza, y dimpués me fi a la puerta a ver qué pasaba con mi caballo, que los soldaos der portal no m`habían dejao pasar con él, y tuve qu`ejárselo en prencipio a ellos ar cargo hista ver qué pasaba conmigo primero. Y nones, siguen sin dejal a la burra qu`entre en er cuartel, manque yo ya juera un soldao como ellos mesmos. ¡Malos compañeros iba a tenel ar paecer!... Ansí que me jui a dal una güelta por ai a ver si veía a alguien conocío, a ver si m`echaba una mano pa que m`ejaran dentral a mi yegua, que la probe tenía qu`estar muertecica d`hambre. Pero por más que miraba y requetemiraba, no encontraba a naide que conociera, ni der puebro ni d`otros sitios de los que yo había estao. Y de repente m`echo a la vista a un capetán que me dice, ijo: “¡Bastidas!, pues ¿qué haces tú aquí?... Cuánto bueno.” Era un tal Cenón de Calasparra que mi páere le mercaba las ceboyas a su páere. Como me conocía, y mu bien, y s`acordaba de mí m`echó un cable endeseguía pa que m`ejaran dentral a la burrica pa drento d`una ves por toas, y pudïa dalle ar fin de comer paja y`alfalfa. Y alluego, él, que me tenía güena lay, me dijo que no me precupara, qu`ib-a charrar con er comandante pa meterm-en su regimiento. Y me preguntó que qué sabía yo hacer. ¿Yo...? Pos de tóo, ¡habráse visto!... Le dije, digo, que cocinar como los ángeles... “Soy cocinero de los güenos”. Poique mi páere, qu`en gloria esté, me tenía dicho que metiéndome a cocinero era la unica manera de no pasar chispa d`hambre en la guerra. Me lo había hecho prometer... que diría que yo era tan güen cocinero como er que más. Asín, que m`apunté con er capetán Cenón y, nada, asperal a que nus dijieran de amontal en er barco pa dil al Manruecos a la postre y la prepartía, pa lo que nus tiramos un par de días asperando a que saliera er barco pa il a los disiertos, ya con tóos los reclutas que fartaban, que allegaron ar día seguiente mío, en un tren que vinía dende Madril, qu`era en er que yo tamién tenía c`haber venío, asegún el jefe-r cuartel, y que vinía con él no sé qué batallón de cazaores, cargao hista los trenques. Pos con aquellos cazaores íbamos a cazal a los moros como a conejos. Y yo, a`celles arrós con conejo.
Y cuandi allegó er momento de subil ar barco es cuando me se pusieron jodías las cosas de veras... Y es que no les zaba la rial gana d`endejarme que amontara mi yegüa en er barco de marras. Dicían que no s`estaba premitío embarcar más alimales que los cel ejército, los ze los oficiales, y c`allí no subían otros bichos: u con papeles u ná. Y que si quieres arrós, Catalina. Yo ije que si no se venía conmigo er cabayo, pos que tampoco yo m`iba estonces, que me quedaba en tierra tamién. Y`entoces se pusieron con güenas palabricas a charrarme, que si patatín, que si patatán, pa ver si me convencían de que ejara la burra allí, qu`ellos me la cudiaban hista que golviera, si golvía, que l`iban a dar bien de comer. Y yo, que coles. Cudiármela, sí, sí...; de seguro qu`en cuanti bieran visto ar barco tresponer se l`habían zampao hista con los arreos aquellos muertos d`hambre, u se la bían vendío a los gitanos. Y como cudiaos ajenos matan al asno, yo siguí en mis trece sin bajarme der burro. Y ellos, en viendo en viendo que vieron que por ese lao no había ná que rascar, se pusieron ara a menazarme con que m`iban a cer un consejo guerra como no hiciera caso, y c`a tóos los que se lo habían hecho no habían salío d`allí ná más que pa dil ar pareón -una paré mu jrande ar paecer-, pa afusilallos por descrëidos. Y yo, que hista er morir tuisco es vida, y que vamos p`alante como los d`Alicante. Y mentres, que se jueron p`hablar con angún encargao pa dicille lo que pasaba, en un descudio de los que quedaban ar cargo, yo metí a la burra en el sótano der barco; lo que pasó es que lluego me pillaron y me la sacaron pa juera otra ves. Con tóo y con esto, yo continé encerrimao en que la mula iba ande yo iba, y yo igual, que er que solo come su gallo solo ensiya su cabayo. Y ya m`estaba viendo la cosa negra pa celles dentral en verea a quellos insurrertos, y pacía que s`iban a salir con la suya a remate de tóo, por las juerzas, cuandi vino er capetán Cenón de Calasparra, que su páere le compraba las cebollas a mi páere, y dijo que qué pas-aquí, y tóos los aviluchos aquellos se cuadraron firmes sin dicir ni media. Yo le dí toa la repalandoria dell asunto, y él dijo que era igual por una bestia de más u de menos, que anque no juera caballo d`oficiales güena farta que nus haría and`íbamos, qu`estábamos en guerra y no era er momento pa ponerse a descutir por tonterías, y que... ¡pa entro con la burra!..., c`allí er que mandaba era él. Naide le rechistó siquiá, y metieron ellos mesmicos a mi alazán con los emás cabayos, en er mejor sitio que había en la cuadra.
Y sin que pasara anguna cosa más que juera dirna de contarse, esa mesma mañá, con las primes arrebolás der cielo nus hacimos all agua patos. Pa bajo, pal África.

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Nota: Primer episodio de “Las Historias del Tío Bastidas”, obra novelesca de José Ruiz DelAmor, escrita en principio en murciano y español. Esta es una versión traducida al panocho.