EL CUERVO Y LA GUILOPA
El folklore murciano es prolijo en relatos a modo de fábulas; pido perdón por la tergiversación que de esta muestra hago. Pero así me contaba esta fábula mi abuelo.
PRINCIPIANDO:
Pues eso era una vez el cuervo, que iba volando por los nublos una albada de tempranera, cuando vio a la guilopa que estaba paseándose por debajotes de él, por unos restrojos salpicados de acembuches. Hizo un picado y se acercó a saludarla. Es menester desmoñigar para el que no esté en el ajo que el cuervo y la guilopa se llevan como el chino y el jabón.
El cuervo se dio unos revoleteos y fue a pararse sobre una rama de olivera; y mientras que esperaba a que se aproximase la guilopa, se entretuvo dándose afilones en el pico contra una rama. Aguaitaba a la guilopa de reojo, con riso en sus ojillos picarones. La guilopa se detuvo debajo del árbol al ver al cuervo, que abriendo mucho el pico y dándose con un ala en él, bostezó, diciendo después, dice:
-¡Güenos cías nus dé Dios, comáere guilopa!
A lo cual respondió la astuta guilopa asina:
-Güenos eran, compaire cuelvo.
El cuervo, que no tenía ni una pluma de tontascas, comprendió endeseguida la indirecta tan derecha. Diciendo, dice:
-¡Noes pa ponerse asín, comáere...! ¡Y yo que viniá pa envitalla a que se viniera conmigo pa jalarnus una sartená gachasmigas que tavía tién que estar calenticas!... Ara, que como está visto y comprobao que no queréis na conmigo, pos me vi`a dir yo solido a zamparmelas... ¡Dicaluego, comáere!
La guilopa, que no quería desaprovechar dinguna oportunidad de zampar de gratis a despensas de los demás, como siempre, dijo con dejo suplicoso, dice:
-Discúlposté mis palabros denantes, compaire cuelvo, una nostá en lo que dice; y`indíqueme cuantiantes er caminico las jachas, que sus nos fan a infriar como no sus nos cemos priesa.
A lo que dijo el cuervo, dice:
-Astonces véngase a mi zaga, comáere -y aleó, para emprender el vuelo. La guilopa lo seguía meando el rabo y relamiéndose los morros por adelantado.
A luego, viendo cómo el cuervo bajaba, supuso que ya habían llegado adonde iban. Entonces se echó una correntilla para comencipiar a jamar cuanto antes, pues el azagón le había dado gazufa y el burrucho le estaba tirando retortijones de muerte.
Cuando llegó la guilopa, el cuervo la estaba esperando subido encima de un risco sin haber probado todavía las gachasmigas. La guilopa se dio un suspiro para sus adentros y se dijo para sí misma: "Menos mal que es más tonto que un cerrojo".
El cuervo, señalando un bote de hojalata con la collera muy estrecha, le dijo invitando la primera a la guilopa, dice:
-Ai está lo prometío, comáere. Amos ar nigocio cuantiantes que no hay naide ar que tengamos que asperar.
La guilopa torció los ojos de mala moda viendo de adónde tenía que jalar las gachasmigas. El cuervo dio un revuelo y se zampó encima del bote, coló el pico en él, y venga a zampar gachas cada vez que lo sacaba.
La guilopa se acercó también, pero por más que intentó introducir la cabeza en el bote, no pudo. Probó no obstante con la lengua; sin embargo, ni así llegaba a pillar nada. Así que no pudo hacer otra cosa que lamer el bote por el alrededor y recoger la miaja de gachas que se le caían al cuervo, mientras pensaba que aquel pajarraco tenía aun el ánima más negra que sus propias plumas. Y el cuervo, como que no se daba cuenta de nada.
COMEDIANDO:
Cuando dio remate el cuervo con todas las gachasmigas, se volvió para la guilopa relamiéndose el rojo pico de picaruelo con la lengua, diciéndole, dice:
-Estaban güenas, ¡eh, comáere! -como si no se hubiese dado ni chispa de cuenta de que aquella ni tan siquiera las había catado.
Y la guilopa dijo para disimular, dice:
-Muncho güenas, compaire... -golpeándose la bartola vacía como si se hubiera hinchado de tanto zampar-; Y por eso, aguá yo tamién quió sus envitaros con unas jachasmigas paniceras que me han salío más juenas que er pan de carrasca, pa corriesponder a güestra amable convidá.
Y dijo el cuervo, dice:
-Pos por mí que no quede -encogiéndose de alas.
Y resuelve la guilopa así:
-Pos estonces siguirme, compaire cuelvo -y echó a todo meter para lo alto de la copa de un alterón. La guilopa corría contenta porque le iba a devolver la broma al cutimanero del cuervo.
Cuando fueron llegados y el cuervo divisó de adónde tenía que recoger las gachas, retorció los ojos todavía más que la guilopa; pues la gachasmiga estaba todo esturrida por encima de una losa muy grande en lo más altotes del poyo.
Y contenta dijo la guilopa, dice:
-Aquí están las jachas, compaire. Amos a por ellas cuantiantes, no vá a ser que paesca anguno de estraperlo y se reganche con nusotros sin haber sío convidado, y nus deje sin condumio denguno encima.
Asina, mientras que el cuervo se hacía pedazos el pico, sin poder llevarse un cacho de miga para adentro, nada más que dándole picotazos al pedrusco, la guilopa se dio un par de corridas con la lengua a rastras y dejó la losa de gachas migadas más limpia que una patena en menos que se tarda en decir caliche. A lo que se volvió rustiendo a dos carrillos para el cuervo diciéndole con picardía, dice:
-Po éstas tampoco estaban malas, ¡eh, compaire!
A lo que el cuervo dijo, dando la razón para disimular, dice:
-Y que lo diga osté, comáere: ¡estaban mu requegüenas!
Y agrega contenta la guilopa:
-M`alegro que l`hayan bustao.
Y la guilopa se echó sobre el risco para hacer la digestión, el morro entre las patas para que el cuervo no la viera reírse.
El cuervo, que estaba de malauva porque la guilopona aquella le había devuelto la gracia, escarcuñó por su oscura sesera una malaidea, y soltó cuando la tuvo pillada:
-Qué le paice, comáere, si nus zamos una güelta por los cielos nusotros dos -le propuso lisa y llanamente.
Ésta levantó la cabeza con pereza, y reparó en una dificultad muy dificultosa que pensaba que el cuervo no había tenido en cuenta:
-Eso no pué ser, compaire, poique yo no puó golar.
Pero el cuervo le replica:
-Eso noes pobrema, comáere mía, que ya la llevo yo cima d`un ala.
Y, asín, la guilopa se puso a ver con buen gusto la idea de subir a los Cielos, sin darse ni cuenta de que no era más que una chancha marrancha del cutimañero del cuervo, que quería vengarse por la burla de las gachas.
Y a luego, a luego, dice:
-Sí que me bustaría a mí subil allí ribotas, ande enjamás de los jamases h`estao, pa poder vel a toos los santos...
Y el cuervo, risueño, dice, dijo:
-Pos no s`hable más dell asunto y amonte.
Recelosa la guilopa dice, dijo:
-¡Pero ten muncho cudiao... no vaya a cäerme!
Y el cuervo, riéndose para sus adentros le dice, le dijo:
-No se precupe, comáere zorra, que no se caerá osté por un mal descudio mío.
RETAMANDO:
Y así, la guilopa se subió en el ala zocata del cuervo, y éste tomó una miaja de carrerilla por cima la losa para poder remontar el vuelo con el peso extra de la guilopa montada a coscaletas en la espalda del cuervo.
Se fueron yendo para arriba, para arriba, despacio, despacio, y ya que estaban muy altotes, le dice el cuervo a la guilopa, dijo:
-Comáere, ¿ves la Tierra?
Y la guilopa responde:
-Sí que si que la veo: jrande, jrande como una era `trillar.
Y el cuervo para arriba, para arriba...
Y al rato le pregunta otra vez a la guilopa:
-Comáere, ¿ves tuiscovía la Tierra?
Y dijo la guilopa, dice:
-Sí... Ara pequeñica, pequeñica como una bola cegote.
Y el cuervo para arriba... para arriba...
Y al rato vuelta a decirle, dice:
-Comáere, ¿ves la Tierra entavía?
A lo que dijo la guilopa, dice:
-No, ya sí que no se ve naisca.
Entonces el cuervo se paró en el aire.
-¿Es que ya habemos llegao al Cielo, compaire cuelvo? -preguntó la guilopa al cuervo con la voz pirpirotosa de canguelo.
Y dice el cuervo, dijo:
-No, que es que m`he parao pa que te mües d`ala, que ésta ya me duele muncho de tanto tiempo de cargar contigo.
Y cuando la guilopa se estaba trasladando a la otra ala, va el cuervo y menea las alas para un lado y la guilopa se cayó para abajo dando vueltas por los aires.
Y mientras que iba cayendo la guilopa chillaba así... todo lo más fuerte que podía:
-"¡Mujeres, pastores!,
poner sábenas y cobertores,
que baja la Virgen de Los Zolores..."
Al oír aquello, los huertanos que vivían por allí debajo, pusieron todas las sábanas y todos los cobertores y todos los tendidos que tenían en las barracas en una garbera muy grande, una montonada, porque como no se veía bien lo que estaba cayendo de los aires se lo habían creído y querían salvar a la Virgen Santa.
Y cuando la guilopa, que no paraba de dar chisclidos sin darse resuello cayó en blandito encima de toda la parvada de ropa, una pastora que la ve dijo, dice:
-¡Anda, pos siés la lairona que me robó las jallinas la otra escurecía!
Y la guilopa tuvo que salir huyendo de allí, abrujada y con el rabo entre las patas, perseguida por los huertanos y los pastores y todas las mujeres, que iban detrás deslomándola a palos.
Muy luego, se vieron de nuevo la guilopa y el cuervo. El cuervo andaba subido adonde no llegaran los corcovos de la guilopa, sacándole burla diciendo, dice:
Comáere, ¿no quiosté que`hagamos un viajeciquio par Cielo, pa vel a los santos a los que les tiene usté tanta devoción?...
A lo que decía la guilopa, dice:
-No, belitre, que ya he tenío bantante con vel a los santos de palo, avilucho -tirándole tarascadas al aire, sin poder coger al cuervo aunque sólo fuera por la cola.
Y colorin colorado, este cuento se ha rematado.
José Ruiz DelAmor
Murcia, 1979