lunes, 4 de mayo de 2009

LA VENTANA


LA VENTANA

Todas las noches, hacia la una, cuando para otros ya es madrugada, veo al través del vano de mi ventana cómo, en el lejano edificio frontero, se ilumina cual luciérnaga nocturna, aquella otra ventana del piso tercero con tozuda insistencia, al parecer sincrónica conmigo.
A su través puedo colegir la escasez de medios acomodaticios de sus moradores: paredes blancas sin muebles recostados contra las paredes limpias, sin cuadros o cualesquiera otros síntomas de ostentación. Al triste vano no lo velan ni visillos ni cortinajes. La luz azulada, reflejo de un flexo, a veces titila, insegura.
En ocasiones, un perfil femenino cruza la pantalla, recortándose su busto erguido en el hueco iluminado; la distancia no me permite apreciar los detalles, pero es joven. Aunque no pueda asegurar que se trate siempre de la misma persona. Madre e hija, hermanas, o, quién sabe, más… otras personas.
En toda la parte de la ciudad que mi vista abarca no se distinguen más luces en ventanas que la suya y la mía. Murcia duerme… El autillo que cada noche desgrana su monótona letanía en el solitario poste de telégrafos abandonado hace décadas en el yermo solar que nos separa, sede de la vieja fábrica de la seda, marca con precisión las horas de insomnio de la extraña desconocida.
También,claro, las mías.

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