CANTUSEO ALL APIO
Apio, apio, apio...
menudico y sapio.
Llo all apio quió cantalle
una canción andorrera,
que ande por tol mundo
i trespase las fronteras,
i qu`esté bien escribía,
con prosapia i con solera,
pa que utiquios s`enteren
qué se cría por mi tierra.
I lo `aré con una istoria,
bien rial i verdaera,
que me pasó `ace tiempo
cuandi andaba sin pareja,
com`un pájaro sin nío
u becicleta sin rueas,
más solo i más perdío
qu`er probe Cascaciruelas;
sin comparanza lo mío.
Munchas cosas ¡rechigüela!
tengo c`ajraecelle all apio
-i se las doi mu de veras-,
que por comedio de éll
me ligué a la Manuela,
que una ves que llo estaba
recostao junto a la cieca
-no se me vía ni er sombrero,
ocultao por las güierbas-,
vino a pasar la muchicha,
i se prendó de la era
viendo los tallos reverdes,
preñaos de agüica fresca;
y en viendo que no vía naide,
d`un blinco dejó la verea
y s`aponó dentre las matas
esmestándome la cosecha.
Llo, que la esfiso de riojo,
me igo: "Esta es la güena",
i la ejé que esflorase
toas las matas que quisiera.
I cuandi `ubió arrematao,
ejando perdía la apiera,
salte velós com`un llampo
i vociando com`un loqueras:
-¡Me cate en crillas, zagala!...
¿Qué `as `acío con mi cosecha,
que tenía llo bien cultivá`
pa sacalle unas pesetas?...
Ella ejó caerse all apio
a sus pies, de mieo muerta,
i trataba de marcharse
reculando por la zaguera.
Pero la ensujeté der brazo
i apreté con toas mis juerzas.
-No te me trates d`escapar...
que no te m`escapas. ¡Por éstas!
C`as de pagarme con creces
esta ruin cuchillá trapera.
¡Qué bien poco t`as precupao
der daño c`acías, Manuela,
mentres te jalabas toll apio
como si fuás tú la dueñá!...
¡Que a lo `echo, pecho;
que tiés que te sobra, nena!
-¡Hay que ver, Josefico!,
te pones com`una fiera
como si te `ubiá robao
tuisco lo c`ai en la era,
cuandi namás c`an sío
unos cuantos tallos de yerba.
Llo no iba a torcer mi brazo
angora, qu`estaba ensujeta:
-¡Unos cuantos tallos ices!,
¡unos cuantos, repuñeta!...
¡T`as zampao tuico ell apio!,
¡m`as ejao sin mi cosecha!
¡Tú no pués inmaginarte
er daño que m`ac-esta faena!...
I manque tuviás tú razón,
i sólo unos cuantos jueran...
¡`An sío de mi propiedá...,
que soi er dueño `la era,
i naide ná más que llo mesmo
tié er derecho de cogella!;
i acomo no estoi casao...
a naide l`entrego cuentas!
Si tú jueras... pos mi mujer,
tendrías derecho a cogella;
pero que como que no lo eres,
tenías c`aberte estao quieta.
-¡Maére mía, cómo te pones!...
¡No irá la cosa d`enveras!,
llo no me lo puó de crer...
que sea la cosa tan seria!
Llo lla no podía recular,
anque ¡me daba tanta pena
la probetiquia esjraciá,
llorando com`una Madalena!:
-¡Hombre, no...! Claro, claro,
la niña es toa una reina...,
i tos los mozos se le rinden
a sus pies como veletas...
i ¡que llo me doble tamíén
a sus plantas sandungueras!
Pos t`as dequivocao, bonica;
te pués morir si ansí asperas,
qu`éste qu`está-quí presente
antes de naide se doblega...
¡Ni lo ice frente a un ray,
ni ante presona cualsiquiera!,
sólido m`apono enfrente Dios,
poique no es denguna vergüenza
acello ante nuestro Criador,
que nus dio la vía entera...
i sería llo un malnacío
si asina mesmo no l`aciera.
Pero... no llores más, mujer;
sécate las lárimas, venga,
que no es pa tanto la cosa,
i ell apio... ¡vaiga a la mierda!,
que no te pueo ver llora...,
¡que le meto fuego a la era!...
-Es que t`as ponío d`un móo,
de tal jorma y de tal manera,
que se m`a puesto no sé qué
en er cuerpo i la caeza...
¡Quién m`iba a dicir a mí
que tanta importancial le dieras!
Lla era ora d`echarme p`atrás,
lla que la cosa estaba echa:
-Mujer, es que asín..., ar pronto,
la cosa me paeció mu refea...;
pero, ara, piensando dempacio,
no jue pa peldel la sesera
de la moda que lo `e `acío.
Te pido desculpas sinceras...
I asín, `ablando d`aquello
i l`otro, bien requetecerca,
me la jui acaramelando
poquico a poco, i no veas
cuandi dio remate la parla
acómo me quería a mí ella.
-¡Manuelica de mi alma,
como er pan estás de güena!
-No me igas tales cosas,
que los pelos me se yelan.
I en la noche amanecía,
allí, comedio mesmo la era,
le dí un besazo sonoro
que sonó por toa la tierra,
dispertando a los vesibilos
i a las pantasmas de l`aldea.
-¡Manuela de mis entrañas,
amos correndico!, no sea
que m`entre la temblorina
i ver a tu páere no puea;
que vi`a pidille tu mano
pa insécula inseculera,
pa ser tu marío pa sempre,
por toa la vía que me quea.
¡Amos a tóo correr turbio!
que los juesos me se yelan
de mieo que tengo a tu páere,
por si un caso me se niega.
-¡Ay, Josefico querío,
ya era ora que lo dijieras;
que allevo asperando esto
dende que se murió mi agüela!
Los dos echamos corriendo
por encomedio `la senda,
arrecogíos de las manos
i mu juntas las caezas.
Obra de José Ruiz DelAmor
Murcia, 1988
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